Con permiso de su autor, rescatamos esta entrada de su blog AL TORO Y POR LOS CUERNOS.
*Opiniones personales de José Manuel Sánchez Fornet, presidente de FESYPOL (Fundación de Estudios de Seguridad y Policía); presidente de honor del SUP (Sindicato Unificado de Policía), y vocal del Consejo de Policía, todo por 1.550 €/mes, salario que corresponde a mi categoría profesional. Me interesan más las personas que los cargos. A los dictadores, corruptos, homófobos, sectarios, violentos... leña y punto.
CORRUPCION Y SINDICATOS
Un país con
estado de derecho es una garantía de respeto a los derechos de todo
tipo, civiles, laborales, sociales, individuales, etc. de todas las
personas que residen en el mismo. El estado de derecho consiste en una
organización social que garantiza el ejercicio de las libertades
recogidas en las leyes gracias al Estado, una estructura que acabó con
los tiempos feudales en los que la ley la dictaba el señor de cada
territorio que era dueño de vidas y haciendas de quienes vivían y
trabajaban como esclavos sobre sus tierras, pasando a constituirse el
Estado en herramienta de justicia, protección y garantía de trato
conforme a las normas existentes. Aunque legal no es sinónimo de justo y
en ocasiones pueden incluso ser antónimos, el estado de derecho permite
cambiar dichas leyes injustas por otras mediante la elección
democrática de quienes hacen las mismas. Los jueces son encargados de
aplicar la justicia y los hay mejores y peores, buenos y malos, de
distintas ideas políticas que unas veces más y otras menos se trasladan a
la interpretación que hacen de las normas en sus instrucciones
judiciales y sentencias.
La juez Alaya.
Una juez que se
está haciendo famosa, querida por la derecha y denostada por la
izquierda, por su instrucción del “caso ERE” y otros casos de corrupción
en Andalucía. Está empañando una instrucción muy necesaria para
desmantelar focos de corrupción muy incrustados en el tejido político,
sindical y público de Andalucía (sospecho que en todas partes cuecen
habas y si no aparece en otras autonomías, sean ERE o cualquier otra
fórmula es porque no se ha investigado), haciendo coincidir decisiones
durante la instrucción con eventos políticos del PSOE. En los cuatro o
cinco eventos importantes en los que el PSOE en Andalucía iba a ser
noticia por mensajes de relevo, regeneración, cambios al frente de la
Presidencia de la Junta y otros, todos sin excepción han coincidido con
decisiones de la juez Alaya que ha empañado dichos actos, siempre
programados con días o semanas de antelación con lo que lo de la
casualidad no es nada creíble. Lo sustancial de la instrucción es que
había corruptos que pactaban llevarse el dinero de todos y que no deben
quedar impunes, sean quienes sean, políticos, sindicalistas, familiares,
empresarios… siendo necesario para ello no cometer errores, una
instrucción escrupulosamente legal en el fondo y en la forma y no dar
argumentos a quienes consideran la instrucción un montaje político. Con
imputados que llevan en dicha situación dos años sin haber podido
declarar todavía para defenderse y con las coincidencias en fechas de
los actos jurídicos y la agenda política socialista no se contribuye a
robustecer la justicia y la creencia en la misma de la ciudadanía.
Corrupción.
La corrupción
que estamos conociendo de un tiempo a esta parte es un problema
estructural de la sociedad española. No expondré aquí lo que todos
conocemos de políticos con sueldos millonarios en las Cajas, Barcenas,
ERE, Urdangarin, Corina etc., y solo diré que los sindicatos, que sin
duda han cometido errores y se han dejado manchar en este clima de
ausencia de escrúpulos morales que ha imperado en esta sociedad en los
últimos 30 años, deben expulsar a los corruptos, reconocer errores,
corregirlos, y convertirse en primera línea de combate y última
trinchera por los derechos de los trabajadores, arrancando como las
malas hierbas a los infiltrados de sus filas. El que quiera hacerse rico
que juegue a la lotería o monte una empresa, pero que no se haga
sindicalista porque todo el que siendo sindicalista obtiene beneficios
superiores a los que obtendría en su puesto de trabajo es un corrupto.
Solo así se recuperará capacidad de fuego, metafóricamente hablando,
para defenderse de los innumerables y poderosos cañones que disparan
contra nosotros. Marcelino Camacho es un buen referente de honestidad;
jubilado en el mismo piso de 60 m. de Carabanchel en la tercera planta
sin ascensor, al que su sindicato, CCOO, adquirió una vivienda ya en los
últimos años de su vida cuando no se podía mover. Nunca robó, ni se
doblegó, ni lo callaron. Vivió y murió como lo que quiso ser, un
trabajador que defendía los derechos de los suyos.
Sindicatos.
No me gusta
nada, me parece un error de libro, que unas decenas de presuntos
sindicalistas hayan acudido a la sede judicial donde se instruye la
causa de los ERE a increpar a la juez Alaya. No he leído que hubiese
ningún cargo sindical entre ellos y aunque no lo descarto, pongo en
cuarentena muchas de las informaciones que sobre los sindicatos emiten
medios de comunicación al servicio del capitalismo liberal y salvaje más
radical porque ellos simplemente quieren que no haya sindicatos. Hay
mecanismos legales para rebatir las actuaciones de la jueza si se cree
en la inocencia de los detenidos. Que ante la opinión publica aparezcan
los sindicatos como protectores de presuntos corruptos es lo que le
faltaba a los sindicatos para rematar la faena. Y el argumento de que
los que estaban allí congregados iban a apoyar a los detenidos y no a
atacar a la jueza me parece incluso peor porque si se demuestra que
efectivamente había corrupción, actos ilegales ¿en qué lugar quedan los
sindicatos que los han apoyado?
Defenderse, predicar con el ejemplo, explicar.
En mi opinión
los sindicatos son la primera línea de combate y la última trinchera
contra el capitalismo salvaje y criminal que pretende la explotación del
ser humano como esclavo para que unos pocos revienten de dinero sus
cuentas corrientes. En el caso que mejor conozco, el movimiento sindical
en la Policía, se han producido transformaciones que han sacado a los
policías de la soldadesca franquista, de la obediencia ciega, la
dependencia del capricho del mando para colocarlo en un espacio de
funcionario con derechos. En los últimos años esos derechos están
retrocediendo a pasos agigantados y solo el SUP está oponiendo una feroz
resistencia a esa vuelta a las cavernas del pasado que pretenden unos
cuantos mandos y políticos. Es verdad que una parte del colectivo no
acaba de entender esta lucha y se resigna a la situación, y que otros
sindicatos (tres) empujan animosamente en la misma dirección con los
políticos y mandos citados. Pero creo que no conseguirán lo que
persiguen. Por eso ha sido el SUP quien ha exigido a Interior que,
puesto que los sindicatos policiales reciben subvenciones oficiales,
establezca un mecanismo de auditoria externo de los sindicatos (y de sus
líderes) para garantizar el uso adecuado del dinero público. Interior y
sus tres sindicatos comparsa han dicho que no. El SUP ha propuesto a
los demás sindicatos crear una comisión con miembros designados por cada
uno de ellos para que revisen las cuentas de todos y emitan un dictamen
sobre ingresos, gastos y contabilidad y el resultado ha sido el mismo:
no. Estas decisiones solo se pueden tomar si dispones de un plan
contable ajustado a la legalidad, pagas los impuestos, tienes al
personal contratado en condiciones legales y los dirigentes sindicales
no tienen sobresueldo, ni en “a” ni en “b”.
Liberados sindicales.
Aquí no hemos
abusado de liberados sindicales. El SUP, con 30.000 afiliados, tiene 60
liberados a tiempo total y seis vocales en el Consejo de Policía.
Apoyamos un recorte del uso de horas sindicales por los sindicatos
porque había quien las usaba para “comprar” afiliados, a los que
prometían y concedían días libres a cargo de horas sindicales
perjudicando a los que trabajaban; se inventaban actos sindicales que no
celebraban y se pedían libres noches y fines de semana a costa de horas
sindicales que son para defender a sus afiliados cuando lo que hacían
era irse de fines de semana. La corrupción anida en todas partes, en el
sindicalismo también, pero no conozco en el SUP a nadie que tenga los
comportamientos antes descritos (cuando los ha habido han sido
corregidos inmediata y duramente) ni un patrimonio que no sea
corresponda con los ingresos del liberado y su familia. Otros sindicatos
¿pueden decir lo mismo? La corrupción es enemiga de los derechos de las
personas y debe ser combatida. Y como el SUP lo ha hecho siempre y yo
he sido más de 20 años su secretario general -hasta el pasado mes de
junio- creo que la defensa de los sindicatos pasa por huir de
comportamientos nocivos que hagan peligrar su propia existencia. Y esto
vale para los sindicatos policiales y los de clase.
Convencer o morir.
Existe una
terrible presión contra los sindicatos. Socialmente están muy mal vistos
y ese clima también llega a la Policía. “Pelotas” y compañeros que no
entienden su existencia lanzan continuos ataques a los sindicatos
haciéndolos responsables de las decisiones de otros. Dos ejemplos: hace
muchos años, en una asamblea en Logroño, un compañero insistió hasta en
tres ocasiones que había que hacer una huelga desde el día siguiente,
negarse a subir a los coches Z, hasta que un compañero que entraba al
día siguiente en Zs dijo que vale, que la hacía, pero que quería ver al
que proponía la medida a su lado. El que lo proponía se hizo el remolón
para acabar diciendo que él no podía porque su trabajo era muy
importante. Su trabajo era atender la centralita telefónica de la
Delegación del Gobierno. Era un enchufado. Un meaperro. Sin duda
pretendía acrecentar el descrédito de los sindicatos pues el día que se
cometa un delito porque los policías están en huelga estaremos muertos
sindicalmente hablando. En fechas más recientes un compañero en Madrid,
al que conozco de viejas batallas sindicales, me decía que los
sindicatos son inútiles y que no convocábamos nada, bla, bla, bla; él no
había estado en la última manifestación (17 de noviembre del pasado
año) y de eso hablábamos cuando salió el mando policial al que llevaba
en el coche… y salió corriendo para abrirle la puerta. Se le notaba la
vergüenza en la cara y yo hasta juraría que se dobló por la cintura en
ese gesto servil de casi genuflexión de los lacayos que siempre lamen
los zapatos de su amo y atacan duramente a los compañeros que, desde su
mismo nivel, tratan de conseguir condiciones laborales y de
consideración dignas. En los últimos años los ataques de estos contra
los liberados sindicales ha crecido. Y se ha alentado desde sindicatos
donde hay liberados de muchos años, que conscientemente o no, quieren
sindicatos débiles donde medrar y conseguir ascensos, traslados al
extranjero o simplemente tomar cafés con responsables políticos y mandos
policiales que parecen provocarles orgasmos. El SUP siempre entendió
que ser representante sindical es como cualquier otra especialidad del
colectivo y compatible con todas, y que en función del grado de
implicación, del número de afiliados a atender y de otras variables
requiere más o menos tiempo de dedicación. Hay responsables del SUP en
comités locales o comisarías provinciales trabajando a cinco turnos;
otros que disponen de algunas jornadas libres para atender la sede
sindical, preparar informes para las reuniones con los jefes, hacer
recursos y gestiones de sus afiliados, y otros ejercen su tarea sindical
con dedicación exclusiva, liberados a tiempo total. Esto de estar
liberado es, profesionalmente hablando, neutro, salvo que, a) seas un
pelota y pongas el sindicato al servicio de los responsables políticos y
mandos, en cuyo caso ascenderás antes y tendrás otros beneficios o
prebendas, o, b) coincida un tiempo de graves retrocesos profesionales
–como ahora- y el sindicato sea la única voz que se oponga a ello, en
cuyo caso no asciendes y te expones a querellas de mandos y sus acólitos
y a expedientes disciplinarios. Los que desprecian a los liberados
sindicales desprecian sus derechos y su dignidad y están dispuestos a
aceptar cualquier cosa resignadamente, como los lameculos citados en los
dos ejemplos anteriores. El sindicato es un instrumento, una
herramienta para defender los derechos profesionales y el liberado
sindical es alguien que dedica su tiempo a proteger y defender los
derechos de sus compañero/as. Es una tarea muy digna a la que estoy
orgulloso de haber dedicado muchos años de mi actividad profesional, y
como en cualquier otra especialidad policial hay policías y liberados
buenos y malos, mejores y peores, decentes y corruptos. Defender y
proteger los derechos de policías que defienden y protegen los derechos
de la ciudadanía es una muy honorable tarea. Sin sindicatos, ¿los
policías, los funcionarios, los trabajadores, estaríamos tan mal como
estamos hoy, estaríamos mejor o estaríamos mucho peor? Mi respuesta es
obvia.
UGT.
Yo no creo en
UGT y sí creo en CCOO. En la clandestinidad ambos apoyaron al SUP. En
julio de 1988 Felipe González nombra a Corcuera ministro de Interior.
Hasta 1985 había sido secretario de Acción Sindical de UGT, dimitiendo
por desavenencias con su líder, Nicolás Redondo, que interpretó su
nombramiento como una ofensa de Felipe González al que organizó una
huelga general el 14 de diciembre de 1988.
El SUP apoyó
aquella huelga general (como todas las posteriores) y estuvo en la
manifestación que culminó la misma, pero UGT, que creía que podía dar
órdenes al SUP, exigió actuaciones contra Corcuera que, al no llevarse a
cabo, provocaron la ruptura de la dirección nacional del sindicato con
un pleito legal por las siglas. Desde el movimiento asociativo de la
Guardia Civil se siguieron las consignas de UGT y entre 1990 y 1992
decenas de sus miembros acabaron en prisión y fueron olvidados y
abandonados por UGT. Todo valía para desestabilizar a Corcuera
implicando a policías y guardias civiles en sus disputas políticas.
Nicolás Redondo,
Miguel Ángel Ordoñez, José María Zufiaur, Antón Saracibar, Manuel
Bonmati y otros de la ejecutiva confederal de UGT llevaron mal que el
SUP decidiera por sí mismo y no aceptara obedecer las órdenes que ellos
querían transmitir. Porque no es que no nos enfrentáramos a Corcuera (en
ese tiempo hubo muchas manifestaciones, conflictos y expedientes de
líderes del SUP por criticar a Corcuera y yo mismo tuve cinco
expedientes con el asesor del ministro, Jesús Armendáriz, amenazando con
mi expulsión de la Policía), sino que no actuábamos a sus órdenes y por
eso decidieron crear otro sindicato, la UFP. Se constituyó en 1990
entre el sector crítico del SUP (que fueron engañados, creían que UGT
quería un sindicato de policías fuertes y no una correa de transmisión) y
un sindicato de extrema derecha dirigido por un infiltrado de la
Inspección General Militar de la Policía Nacional (cuando era militar)
que era el SNP. Según el libro “Policía sin censura” escrito entonces
por dos periodistas de Interviú, el dirigente de SNP percibía dinero de
la Inspección General para crear un sindicato que hiciera contrapeso y
frenara la fuerza del SUP planteando medidas más radicales (recuérdese
lo expuesto antes que ocurrió en la asamblea de Logroño) y por otra
parte nacía la AMPU, luego ANPU, ANP y hoy CEP, para defender un modelo
más jerarquizado y con menos derechos para los policías. Una pinza en
toda regla. El dirigente de UFP citado y que se mantuvo en su cargo unos
20 años, dejó el cargo y se fue a una embajada; volvió, estuvo 6 meses
de vacaciones destinado en Ceuta (cobrando más y cotizando menos) y se
ha vuelto a ir a una embajada. Se ve que sigue teniendo amigos entre los
mandos y políticos del PP como los tuvo con el PSOE, o quizás es que en
este ministerio siempre han sido los mismos. Con estos mimbres Nicolás
Redondo asistió a la fundación de UFP en febrero de 1990, que se hizo en
la sede de UGT; sus previsiones eran que en las siguientes elecciones
al Consejo de Policía (1991) superarían al SUP en votos y vocales en el
Consejo de Policía y fracasaron. El resultado fue SUP 4, ANPU 3, SPP 2,
UFP 1, SPPU 1, S. Comisarios 1. Los dirigentes del SUP crítico no se
dejaron manipular y en noviembre de 1991 abandonaron la UFP y volvieron
al SUP (como afiliados), y uno de ellos, que mantenía el pleito por la
propiedad de las siglas renunció al contencioso a pesar de que desde UGT
le ofrecieron que pidiera una cantidad de dinero, la que quisiera, por
mantener el pleito (con contrato firmado de que las siglas SUP serian de
UGT si ganaba).
Desde entonces
UGT ha financiado y apoyado a UFP. Hubo un intento de acercamiento en
1996, cuando Cándido Méndez asistió al congreso del SUP en Badajoz,
aunque el SUP tenía un acuerdo suscrito con CCOO y lo que planteaba UGT
era integrar a la UFP en el SUP y que se suscribiera un acuerdo, como
tenía UFP, de integración en FSP (Federación de Servicios Públicos) de
UGT cuando la legalidad lo permitiera. El SUP nunca aceptó eso; su
protocolo de cooperación con CCOO nunca ha supuesto ingreso ni de un
solo euro sino de intercambio de servicios: miembros del SUP y
familiares asistían a cursos de formación profesional y policías locales
y autonómicas asistían a cursos de formación impartidos por el SUP. Si
aceptas dinero de alguna organización estás en deuda y pierdes
independencia. Y en honor a la verdad hay que decir que el
comportamiento en eso de CCOO ha sido siempre de exquisito respeto a la
autonomía del SUP. Tampoco hubiéramos permitido otra cosa.
Desde entonces
hasta ahora en varias ocasiones se han repetido las “ofertas” al SUP
desde UGT para integrarnos allí absorbiendo previamente a la UFP con la
condición de renunciar a nuestra independencia y obedecer las órdenes de
UGT. El pasado año, el secretario de Organización de la FSP de UGT,
apellidado Espartero, reunido con los responsables de UFP en Castilla y
León a los que trataba de convencer que debían aceptar la fusión con la
CEP (UGT confiaba en conseguir después con distintos procedimientos el
control del sindicato resultante), me dirigió adjetivos como “hijo de
puta”, argumentos sindicales de tanto peso que el resultado fue que
prácticamente todos los asistentes que eran dirigentes de UFP en la zona
causaron baja y se afiliaron al SUP. Tres de los cuatro miembros del
Comité Revisor de Cuentas de UFP dimitieron, sus cuentas se filtraron y
apareció una deuda gigantesca (primer semestre de 2012) y entre los
ingresos, uno en ese periodo de seis meses de 80.000 euros procedente de
UGT.
En la división
que propició UGT en 1989 en el SUP llegaron a comprar la voluntad de
algunos miembros del comité federal de Madrid (clave para decidir si
ganaban los oficialistas o los críticos) y el compañero de máxima
confianza del entonces secretario general de Madrid (que era yo),
anunció tras ser elegido presidente del Congreso de Madrid con el apoyo
del sector oficialista que estaba con los críticos. Ganamos el congreso
con dificultades; este compañero reconoció tiempo después que le habían
prometido trabajo para su esposa y que su economía era muy precaria. Y
contaba reuniones de UGT con el partido Democracia Socialista, creado
por Ricardo García Damborenea. Democracia Socialista era una corriente
dentro del PSE siendo Damborenea secretario general de Vizcaya de los
socialistas, que apoyaba a Nicolás Redondo (hijo del líder sindical de
UGT) frente a Ramón Jáuregui, y que en 1990 se convirtió en partido
político apoyado por UGT. Damborenea fue encarcelado por complicidad con
los crímenes del GAL y acabó pidiendo el voto para el PP en un mitin en
la plaza de toros de Zaragoza junto a Aznar. Poco después la UFP,
sindicato de UGT, pedía el indulto para Amedo y Domínguez condenados por
los GAL.
Por estas y
otras muchas razones con las que se podría escribir un libro, concluyo
que he visto en CCOO una organización de gente decente, donde puede
haber las mismas excepciones que en cualquier otra organización, que sin
duda habrá cometido errores que debe corregir, pero sin comparación con
lo que he visto en UGT, una cultura sindical de poder endogámico que no
va dirigida a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Y es
cuanto tenía que escribir de momento de este asunto.
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