El desprecio de la injuria
Hace ya algunos años, el director de uno de los diarios más importantes del momento inició una cruzada moral
contra el Gobierno y varios de sus ministros a los que juzgaba con
especial saña, por no ser merecedores del salario público que recibían.
No los acusaba de corrupción económica, sino de una conducta política,
ajena a los códigos de rectitud y coherencia. Pasados unos pocos años,
el salvador de almas fue pillado in fraganti en
escenarios poco decorosos, y maltratando el manual de buena conducta.
El cazador cazado. Por supuesto, nada que decir de sus percepciones
económicas privadas que nunca reveló, pero que cálculos muy
conservadores multiplicaban por cinco las recibidas por un ministro.
El director en cuestión ya rehabilitado, comparte ahora afición con
otros responsables periodísticos, y en su punto de mira han colocado a
los sindicatos, a los que acusan de las más extravagantes maldades y
corrupciones, y cuyos dirigentes nos llevan a la ruina. Disparan antes de apuntar,
y aprovechando la ofensiva política de la derecha en el Gobierno contra
el derecho del trabajo, hurgan en la herida programando una sistemática
agresión contra el movimiento sindical conscientes de que, neutralizado
este, estaremos más cerca que nunca de acabar con el Estado de
bienestar y las conquistas sociales y democráticas de muchos años,
abriendo así las puertas a la época dorada del ultraliberalismo español.
No importa el error que se cometa o el tipo de irregularidad que se
detecte. Los predicadores arremeterán contra los sindicatos, llevarán a
sus portadas con fuerte impacto tipográfico las andanzas y desventuras
de sus dirigentes y dramatizarán una poco ortodoxa contabilidad o la
confesión de un ex afiliado despechado. Los problemas del país -podéis
elegir el que queráis- nunca ocuparon tan destacado lugar, porque les
fue arrebatado por la “abyecta conducta de CCOO y UGT”. Y que nadie
piense que esta afición por fabular la cruzada antisindical es cosa de
unos pocos medios de comunicación. La derecha contagia a la no tan
derecha, y entre todos van tejiendo una red de hostilidad ciudadana
hacia la cosa pública, los sindicatos, los partidos y las instituciones
que no será fácil reparar.
Podría dedicar unas palabras a la parte de responsabilidad que en
este lío tienen los sindicatos, o los partidos, o el hecho
institucional. Habrá que hacerlo, se hace, pero resulta inútil. El
aparato mediático de la derecha y ultraconservador no está para hilar
fino. Ha optado por la brocha gorda y no dispone de voluntad ni oficio
para hacer periodismo honesto. Hace unos días, CCOO presentó en rueda de
prensa un razonado y riguroso informe elaborado por la Comisión de
Investigación constituida en su seno para analizar la actuación del
sindicato y sus representantes en el caso de los ERE de Andalucía. Hubo
reconocimiento y hasta buena crítica, pero la decisión está tomada y
nada va a cambiarla. Algunos se permiten incluso, indicarnos cómo salir
de esta. Ellos, que abrazaron la dictadura, se engancharon a Berlusconi,
peregrinaron a Génova, recibieron las prebendas del Ejecutivo
conservador y desearon felicidad allá arriba mientras decretaron el sálvese quien pueda aquí abajo, carecen de fuerza moral para decirnos lo que debemos hacer.
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