“El sindicato, empezando por su dirección en sentido amplio, tiene
que tomar conciencia de una vez por todas de que nosotros no somos una
isla impoluta en medio de un mar de corrupción y descrédito. Pero es que
aunque lo seamos y nos sepamos a años luz de otros, no es así como lo
percibe la sociedad”.
Este es el primer párrafo del tramo del discurso que el secretario general de CCOO,
Ignacio Fernández Toxo, dedicó a la autocrítica en su intervención, el pasado martes, ante el
Consejo Confederal de CCOO.
El que suscribe, que va para los 51 tacos, no recuerda ejercicio
similar en el sindicalismo nacional y, desde luego, no tiene noción de
cosa semejante en la contraparte, la patronal, enmudecida como un
becario ante su jefe tras la encarcelación de su expresidente,
Gerardo Díaz Ferrán,
por los delitos de blanqueo de dinero y ocultación de bienes, entre
otras lindezas. En la carcel y sin arrepentimiento oficial de la CEOE.
Inaudito. ¿Qué hubiera dicho la caverna mediática si hubieran metido
entre rejas a uno de los
cherifes sindicales por semejantes
delitos? No quiero ni pensarlo. La autocrítica, ya lo saben ustedes, es,
ontológicamente, un concepto de la izquierda. !Qué le vamos a hacer!
El segundo párrafo del informe de Toxo tampoco está mal: “Sabemos que
miles de sindicalistas lo pasan fatal en sus lugares de trabajo, en las
relaciones familiares o con su entorno de amistades cada vez que las
siglas aparecen relacionadas, como acaba de suceder en los ERE, con
actuaciones judiciales por la utilización de recursos públicos (…) y no
basta solo con emitir una nota o hacer una circular cada vez que una
noticia nos sobresalta”.
Y en el tercero va todavía un poco más
allá: “Dentro del sindicato podemos estar convencidos de la legalidad de
nuestras actuaciones, confiados en la honradez de las personas que las
han llevado a cabo, pero tenemos que saber que no es esto lo que cree
una parte importante de la sociedad. Necesitamos cambiar radicalmente
esta situación, la defensa de la honorabilidad de las personas y la
organización no debe llevar a dar por sentado que todo se ha hecho bien,
ni que todo lo que no es ilegal es moralmente sostenible”.
Toxo reconoce que la imagen de su organización sale debilitada en
este tipo de circunstancias. “El daño reputacional que hacen situaciones
como las vividas estos días en buena parte es ya irreparable y este
proceso todavía no ha terminado… Lo hemos dicho públicamente, confiamos
en las personas, creemos en su inocencia y honradez, pero la sociedad
necesita saber que si alguna ilegalidad o irregularidad es detectada por
el sindicato, independientemente de cuál sea el resultado de las
actuaciones judiciales, tendrá consecuencias en el ámbito de la
organización”.
Incluso advierte sobre la opción de instalarse en la
autocomplacencia. “Sabemos de campañas, de la facilidad con que se
vierten desde los medios acusaciones muchas veces sin fundamento, de los
juicios paralelos, de sentencias sin la oportunidad de defenderse, de
que ya no prima la presunción de inocencia y menos para quien ejerce
algún tipo de actividad pública. Todo esto lo sabemos. Pero hemos de
convencernos que sería un error instalarnos en supuestas o reales
teorías de la conspiración y escudados en ellas creer que todo lo
hacemos bien y nada debe cambiar”.
El secretario general de CCOO apunta también los objetivos.
“Necesitamos recuperar la confianza de las personas que la han perdido,
necesitamos que el mundo del trabajo y la sociedad nos vea como un
instrumento suyo, útil para la defensa de sus intereses y no lo
lograremos sin superar esta situación en la que cada día tenemos un
sobresalto… Necesitamos”, añade, “hacer transparentes nuestras paredes…
Creo que es necesario salir de este Consejo Confederal con una
propuesta para que se abra el debate en el Parlamento de la financiación
pública de los sindicatos”.
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